martes, 3 de noviembre de 2015

LEYENDAS QUITEÑAS


LEYENDAS QUITEÑAS


EL CURA SIN CABEZA.

Relato de Mercedes Sola

Recuerdo que mi abuela decía que en el tejar existió el cura sin cabeza. Las personas del barrio veían que siempre por las noches bajaba en un caballo un hombre vestido todo de negro. Con una capa que cubría todo el cuerpo, por eso nadie le veía la cabeza. Pero los muchachos del sector estaban muy intrigados y decidieron ponerle una trampa. Entonces, una noche, cuando el misterioso hombre pasaba con su caballo, le extendieron una soga en el piso y el caballo tropezó e hizo que se caiga el "cura sin cabeza". Dicen que en realidad era un cura que se escapaba a parrandear y que se ponía la capa desde la cabeza para que nadie lo reconozca, pero todo el mundo creía que era el cura sin cabeza.



CANTUÑA




Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó con el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes del contrato sellado con sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en un costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta, que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el contrato quedaba insubsistente . 
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese. 
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.

 EL PADRE ALMEIDA
En el convento de San Diego vivía hace algunos siglos un joven sacerdote, el padre Almeida, cuya particularidad era su afición al aguardiente y la juerga.

Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella apoyándose en la escultura de un Cristo yaciente. Se dice que el Cristo, cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba al juerguista: "hasta cuando padre Almeida"…a lo que él respondía: "hasta la vuelta, Señor"

Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su ánimo festivo y el aguardiente corría por su garganta sin control alguno…con los primeros rayos del sol volvía al convento.

Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir en ese ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente. Una madrugada, el sacerdote volvía tambaleándose por las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada, cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora y como era curioso, decidió ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el féretro.
El susto le quitó la borrachera. Corrió como un loco al convento, del que nunca volvió a escaparse para ir de juerga.



LA BELLA AURORA

Esta es una de las leyendas más famosas de la ciudad de Quito. Y, según cuenta la historia, todo empezó en la Plaza de La Independencia cuando allí aún no existía ningún monumento.
En este lugar vivía Bella Aurora, una hermosa joven que asistió con sus padres a una corrida de toros.
Según cuentan quienes asistieron a esa corrida, nadie sabe de dónde salió un toro negro que se acercó a Bella Aurora de manera muy extraña. La observó fijamente e hizo que la niña espantada se desmayara del miedo.
Sus padres desesperados salieron inmediatamente del lugar, llevándola a su hogar y pidiendo ayuda a un doctor que no se explicaba el por qué Bella Aurora no podía reaccionar desde aquel susto.
El toro al no ver a la niña en la Plaza, saltó la barrera dirigiéndose a la casa 1028, donde vivía Bella Aurora.
El animal entró en su casa y lleno de furia tumbó la puerta de su habitación.
La joven, que aún continuaba en un estado de nervios, solo alcanzó a gritar y él la embistió, acabando con su vida.
Hasta ahora nadie sabe de dónde salió ese extraño toro y por qué atacó a la niña. Al parecer ese será un mito que nunca podremos descubrir.


 La capa del estudiante


Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes se preparaban para rendir los últimos exámenes de su año lectivo. Uno de ellos, Juan, estaba muy preocupado por el estado calamitoso en el que se hallaban sus botas y el hecho de no tener suficiente dinero para reemplazarlas.
Para él era imposible presentarse a sus exámenes en semejantes fachas; sus compañeros le propusieron vender o empeñar su capa, pero par a él eso era imposible? Finalmente le ofrecieron algunas monedas para aliviar su situación, pero la ayuda tenía un precio; sus amigos le dijeron que para ganárselas debía ir a las doce de la noche al cementerio del El Tejar, llegar hasta la tumba de una mujer que se quitó la vida, y clavar un clavo, Juan aceptó.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan tuvo amores en el pasado y que se quitó la vida a causa de su traición. El joven estaba lleno de remordimientos? Pero como necesitaba el dinero, acudió a la cita.
Subió por el muro y llegó hasta la tumba señalada? Mientras clavaba, interiormente pedía perdón por el daño ocasionado. Pero cuando quiso retirarse del lugar no pudo moverse de su sitio porque algo le sujetaba la capa y le impedía la huida? Sus amigos le esperaban afuera del cementerio, pero Juan nunca salió.
A la mañana siguiente, preocupados por la tardanza se aventuraron a buscarlo y lo encontraron muerto. Uno de ellos se percató de que Juan había fijado su capa junto al clavo? No hubo ni aparecidos ni venganzas del más allá, a Juan lo mató el susto.


El Cristo de los Andes


Los sacerdotes no podían creerlo, Manuel Chili, el pequeño indígena que se descolgaba de un lado a otro entre andamios y pasadizos en el interior de la iglesia de La Compañía, de pronto se convirtió en un gran artista. Los jesuitas, sorprendidos de la habilidad de este joven, decidieron tomarlo a su cargo, darle vivienda, comida y un poco de dinero, pues los talladores no tenían el reconocimiento de verdaderos artistas.
También le ofrecieron una preparación especial en el arte, para que obtuviera un mejor dominio de la escultura y la pintura. Así nació el gran ¡Caspic
ara!
Manuel trabajaba doce horas al día sobre andamios y bordes peligrosos. Esto le creó una extraña fobia a las alturas. Cuentan que por esta fobia permanecía largos ratos en silencio y con los ojos cerrados. El capellán de la iglesia cuando lo veía se enfurecía: él imaginaba que Manuel Chili estaba dormido.
Su fama se extendió y sus obras empezaron a cotizarse en grandes pesos en oro. Las iglesias de nuestro país, como también las de Colombia, Perú, Venezuela y España, gozaban con la majestuosidad de sus cristos, marías y niños dioses.
Es tanta la belleza de estas imágenes, que mucha gente les ha dado virtudes milagrosas.
Actualmente sus obras no tienen precio, están valoradas en millones de dólares y son patrimonio cultural del país.
Irónicamente, el maestro Manuel Chili murió en la pobreza mayor, abandonado en un hospicio y despreciado por la gente


La olla del Panecillo


Había en Quito una mujer que diariamente llevaba su vaquita al Panecillo. Allí pasaba siempre porque no tenía un potrero donde llevarla. Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla. A su regreso ya no la encontró. Llena de susto, se puso a buscarla por los alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no apareció. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa.
Al ver allí a la humilde señora, la princesa sonriendo preguntó:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria - contestó la mujer sollozando -.La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro.
También la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta. Cuando llegó a la puerta, ¡tuvo la gran sorpresa!
- ¡Ahí está mi vaca!
La mujer y el animalito regresaron a su casa.


El Penacho de Atahualpa


 Cuenta la leyenda que muerto el último shyri, los jefes del Reino de Quito proclamaron como legítima dueña de la corona a la joven y bella Pacha, hija única del último jefe shyri.
Huayna Cápac, el conquistador inca, fue donde la reina Pacha a ofrecerle su amistad. La soberana escuchó con orgullo sus promesas de paz. Sin embargo, la inteligencia y hermosura de Pacha conquistaron el corazón de Huayna Cápac, que desde aquel día sólo quiso agradarla. La princesa aceptó ser su esposa.
Pacha y Huayna Cápac vivieron en un hermoso palacio llamado Incahuasi. Allí nació el futuro soberano, el príncipe Atahualpa, quien desde muy pequeño aprendió la importancia de acatar y cumplir las leyes y las decisiones que impartía su padre.
Un día que practicaba con su lanza, le llamó la atención una linda guacamaya de hermosos colores. Al instante sacó su arco, disparó con certeza y la mató. Con la guacamaya muerta corrió en busca de su madre. Pacha no lo recibió contenta, al contrario, le hizo notar que había incumplido con la ley.
Le recordó el mandato de su tribu: "Se mata al enemigo solamente en la guerra, porque él también posee armas para defenderse. No así a las aves, que adornan la naturaleza con sus colores y la llenan de encanto con sus trinos". Pacha arrancó una pluma de la guacamaya y la puso en el penacho del pequeño, para que no olvidara nunca la lección aprendida.

El Duende


El duende es uno de por personajes del que se tiene referencia en todo país, sin embargo lo describ iremos según la versión de la provincia de Manabí: Este duende es travieso por excelencia, coqueto, mirón y enamoradizo.
Sea para tratar de llevarse a muchachas jóvenes de cabellos largos o grandes ojos para embarazarlas; sea para echar a perder los guisos arrojando sal o ceniza, o sea para esconder los objetos más queridos de señoras y señoritas, lo cierto es que este personaje condensa las más profundas inquietudes y temores, deseos y curiosidades de los hombres con respecto al mundo femenino, que es el universo favorito del duende para hacer gala de su ingenio ambiguo y peligroso.
Es un personaje chiquito con los tobillos torcidos atrás, se viste de rojo; otra descripción habla de una especie de animal pequeño y feo. Sea como fuere su apariencia cuando se enamora 'lo hace de verdad' y empieza a desplegar estrategias como molestar haciendo travesuras o impidiendo que el novio se acerque, es muy celoso.
Se dice de un secreto para protegerse del duende, que consiste en colocar una guitarra desafinada y un espejo en el cuarto de la mujer. La idea es que se enoje cuando quiera tocar la guitarra y se refleje en el espejo su rostro horrible, entonces se aleja avergonzado de su fealdad. Se dice también que existen 'duendas' que persiguen a los hombres solteros o casados, que son objeto de sus amores.
De su apariencia se sabe que son gorditas, chiquitas y de pies virados. Un rasgo importante de estos seres del imaginario popular, es que se no se trataría de duendes aislados, sino de toda una 'nación' dispersa en cuevas, huecos, barrancos, quebradas, que son sus sitios preferidos para vivir y recrear sus costumbres y formas de procreación similares a las delos humanos.

Último Ensueño de Manuelita


Cuenta la Sra. Laura Pérez de Oleas que Manuelita Sáenz estaba agonizando. Llenos de fiebre, sus enormes ojos negros vivieron un lucero errante. La enferma imaginó que era el alma de Bolívar diciéndole:
  • Manuelita, toma esta corona de rosas. Es la misma que tú me arrojaste desde un b alcón aquella mañana de mi entrada triunfal a Quito. ¿Recuerdas?
  • !Bolívar! ... !Bolívar! _ exclamó la moribunda, extendiéndole los brazos. ¿Dices que soy hermosa con este vestido blanco y los colores de la Libertad?
  • Sí, Libertadora _respondió el alma de Bolívar.
  • Tú fuiste la dueña de mi vida. Tu me salvaste de la muerte, en la noche septembrina. Dame tus manos y vamos juntos a la cumbre de la inmortalidad.
Entonces Manuelita quiso levantarse, más no puedo sino gritar angustiada:
  • !Bolívar, no te vayas! !No te separes de mí!
  • Amada mía_ contestó el eco lejano de Bolívar.
Cierra bien tus ojos y sígueme: tú coronada de rosas y espinas: yo, de laureles y cardos.
En vano trató Manuelita de correr hacia la sombra de su amado, pues hallábase paralítica y agonizante. En medio del amargo llanto, volvió a escuchar:
  • Mi Manuelita ... en vida estuvimos atados por el Amor, en la Muerte nos unirá la Gloria...
  • No te vayas!... !No te vayas, por Dios!... !Vuelve a mis brazos, amor mío!, clamaba Manuelita.
Semejante súplica fue oída por la sirvienta mulata, quien, suponiendo que llamaba, se acercó de inmediato.- No es a ti, Imaya. Es a Bolívar... ¿No lo viste salir de aquí?, le respondió Manuelita muy molesta.
No, mi niña. No he visto de la muerte, la Libertadora del Libertador tuvo junto a sí el espíritu de quién expresó:
He arado en el mar y cosechado en el viento. También es así como detrás de un hombre ilustre está una gran mujer.
Cuando las campanas de las capilla vecina daban las seis de la tarde, murió Manuelita en Paita, en 1856.

EL HUACAY - SIQUI



La referencia de este ser zoomorfo proveniente del norte de la provincia de Pichincha.
Según cuenta la historia, el huacay sinqui es un joven que tenia una madre muy enferma. El la cuidaba todas las noches, sin embargo una de esas noches se retiro de la compañía de su madre para comprar remedios, pero en el camino se topo con una muchacha de quien estaba enamorado, que precisamente lo invito a un baile, él erradamente aceptó olvidando completamente a su moribunda madre, entonces durante la fiesta se le acercaron para avisarle que su madre había fallecido, a lo que él respondió casi sin importancia "ya habrá tiempo de llorar". Así entonces como Tupa, el dios supremo, se enojo tanto con el, luego de ver su poco valor sentimental hacia su madre lo castigo convirtiéndole en una ave que llora durante las noches.

Los campesinos mestizos e indígenas lo describen como un ave que sale de las quebradas a las seis de la tarde y emite un canto lúgubre parecido al llanto humano. En sus recorridos ataca a las personas ocasionándoles accidentes, y cuando encuentra a su paso prendas y pañales de niños que están secándose fuera de las casas, los mira y los niños se vuelven llorones, según dicen.

Por esta razón se toman precauciones para que estas prendas no queden afuera de las casas des
pués de dicha hora. Además se rumorea que el Chiflon es tan pequeñito que especialmente cuando hace frío se vuelve presente, para poseer el cuerpo de aquel hombre o aquella mujer que sienta frío extremo para hacerle una que otra bromita. Por eso en Pichincha, por lo general es muy común escuchar decir a las abuelitas recomendaciones como "abrigate bien hijito, para que no te agarre el Chiflon".















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